Edgar se
ha visto obligado a volver a Barcelona, sólo unos días, para resolver los
papeles del paro, esa emergente
subsociedad de la sociedad española que empezó siendo una mínima fracción
“estructural”, y que va camino de convertirse en la comunidad mayoritaria,
hegemónica y aplastante cuya ideología, impuesta por los amos de las finanzas, ensalza las virtudes del constreñimiento económico, el hundimiento anímico, el estancamiento intelectual y, a este paso, también nos acabará exigiendo el hacinamiento doméstico, el racionamiento copulatorio y el estreñimiento intestinal. Lo que sea con tal de ahorrar dinero y energía. Ante este austero porvenir, algunos están optando por convertirse en ascetas que dejan "fluir" las inactivas y vacías mañanas mientras contemplan sus ficus en la posición del loto. Y otros procuran idear nuevos métodos para liberar tensiones:
Forges. Publicado el 12-1-12 en El País |
Pero es natural que guardemos rencor hacia los malhechores abstractos, porque ellos tienen la culpa de esto: cuando Edgar llegó a las 8 de la mañana a las oficinas del paro, ya había una cola que doblaba
la esquina, y de no ser por el rictus asqueado
de los receptores o aspirantes al subsidio, podría haberse confundido con la entrada a un concierto
de Youssou N'Dour, U2 o alguno de esos grupos en cuyas actuaciones se genera una sentida complicidad interétnica e intergeneracional. Como si se tratase de una imagen masturbatoria para la nueva clase política, la cola del paro podía ser contemplada en tanto que materialización del ideal cosmopolita del multiculturalismo, un "estar todos juntos y hermanados", abrazados, por fin, en el mismo naufragio:
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La cola del paro |
No obstante, a pesar de que el "coleteo" se está convirtiendo en el deporte nacional, para el Emigrante Sofisticado, por Barcelona, todo estupendo: los amigos, la familia, los empujones
gratuitos al subir y bajar del metro, los turistas aún acangrejados y saturando las ramblas, las rebajas de las rebajas de
las rebajas en la ropa que han cosido los niños vietnamitas o los esclavos en Brasil, y el sol, y la playa de la Barceloneta cada vez más
ortopédica (con rocas cúbicas y ya casi sin arena, mantenida por excavadoras, y
presidida por el infame Hotel Vela), y la también creciente comunidad de homeless a
las puertas del sofisticado MACBA, y las miradas abiertamente depravadas
que desde los grupos de machitos veinteañeros hasta señores octogenarios concentran sobre cualquier
ser antropomórfico ataviado con falda, y los titulares
que si me debes 40.000 millones de euros, que si eres un corrupto, pues tú un comunista, que si la
culpa fue del Chachachá, que si el yerno del rey, pues qué traje más bonito, pues yo no desentierro a tus muertos, pues que te den por el mourinho...
Y todo más o menos con esa grandeza espiritual.
Y todo más o menos con esa grandeza espiritual.
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