miércoles, 25 de julio de 2012

Capítulo 38. El margen del margen




Durante varios días la noticia más leída en El País ha sido un artículo en el que supuestamente se ofrece una orientación para la búsqueda de destinos migratorios donde, a diferencia de España, sigue habiendo demanda de trabajo. Para los españoles, Alemania es el axioma, Austria la posibilidad, Francia e Inglaterra alternativas más fáciles, por la lengua, pero menos suculentas, porque no han hecho un llamado tan explícito a los futuros emigrantes españoles, que no serán pocos. El artículo se presenta como un intento de suscitar cierto optimismo, como un resignado pero decidido echarse el saco a la espalda e ir a explorar nuevos territorios. Es quizá un artículo alentador para muchos, pero quizá la última estocada para otros tantos. Lo que se explica en ese artículo es que países como Austria necesitan ingenieros y profesionales de distintas ramas técnicas a los que pagar, claro, por debajo de los estándares que exigirían esos mismos empleados si fueran nacionales. También se necesitan médicos y enfermeros, e incluso obreros de la construcción. En todo caso, saber que en los países especuladores como Alemania (y en menor grado Austria) se siguen necesitando brazos o mentes ingenieriles es alentador, o por lo menos abre la posibilidad de supervivencia de algunos.
        El problema es que los parados españoles no son sólo ingenieros, personal médico o los famosos obreros Gastarbeiter.  ¿Cuántos miles, quizá millones de desempleados proceden de la historia,  pedagogía, psicología, magisterio, arte y demás ramas sociales o humanísticas? Para todos ellos ese artículo es sólo la confirmación de que están en el margen del margen. En el margen geográfico económico y cultural de Europa, y también en el margen del sistema económico mundial, que está diseñado para movilizar las condiciones materiales y a la vez marginar las cuestiones del alma.
         Pensar en números o en materiales vale mucho más que pensar en palabras. Instalar un programa, dibujar un plano o calcular beneficios está mucho más valorado no ya que saber escribir, sino que saber escribir con cierta conciencia histórica, cultural e incluso epistemológica de los conceptos que se emplean. Claro que hay personas que viven de los conceptos, pero son muy pocos, apenas unos cuantos escritores, profesores y académicos que por lo general se elevan por encima de ese territorio suyo, el de las palabras, y lo gestionan un poco como los capos de una mafia. La culpa es de todos. Lo hemos montado mal y ahora no hay trabajo para los peones de las palabras, solo para sus jefes. Hay trabajo para los peones de los números, el dinero y las materialidades, pero los peones del alma ya no tienen ni donde emigrar. No les llaman en Alemania, ni en Austria ni en los Estados Unidos porque el espíritu y el lenguaje han empezado a desmoronarse por abajo. Hoy cualquiera puede pronunciar las palabras “libertad” o “democracia” y da lo mismo si lo dice un tecnócrata del FMI como si lo dice Noam Chomsky, el valor de la palabra es tendente a 0, porque no hay peones para sostenerla.
         Los peones del alma se encuentran en el margen del margen, fuera del perímetro donde se está desmontando el edificio de la sociedad, mientras contemplan como las materialidades se acumulan en una torre cada vez más alta, tambaleante, que tarde o temprano caerá aplastando todo y a todos y no quedará más remedio que volver a empezar.
         Edgar ha escrito este post en papel. Hacía mucho tiempo que no dejaba que sus palabras se volcasen directamente sobre un medio tan primitivo. Es diferente. Tiene sabor a antiguo, imperfecto e irreversible. Es una preparación para cuando el edificio de las materialidades empiece a desmoronarse de verdad y los peones del alma sigan trabajando, sin sueldo y desde fuera, con lo que tienen. Escribir en papel es el inicio de un retroceso que no tardará en empezar para todos, para los peones del alma y para los peones de las materialidades. Nos pondrá a todos en el margen del margen y en cierto sentido habrá que celebrarlo. Volveremos a formar parte de un mismo mundo.





viernes, 13 de julio de 2012

Capítulo 37. Garrapatas










Hace unos meses un conocido científico le explicó a Edgar que el animal más peligroso de Europa son las garrapatas. No es para menos. 

Copio de Wikipedia:

Los ixodoideos (Ixodoidea) son una superfamilia de ácaros, conocidos vulgarmente como garrapatas. Son ectoparásitos hematófagos (se alimentan de sangre) y son vectores de numerosas enfermedades infecciosas entre las que destacan el tifus o la enfermedad de Lyme.

(…)

Las garrapatas de la familia Ixodidae son comúnmente conocidas como garrapatas duras. Atacan a numerosos mamíferos, incluido el ser humano.

(…)

Pueden esperar semanas o incluso meses antes de hallar un huésped adecuado. Cuando se encuentran con uno apropiado trepan sobre él (algunos se dejan caer desde la vegetación alta), y por medio de sus quelíceros, perforan la piel y empiezan a succionar sangre; su cuerpo se hincha hasta tal punto que segrega un pegamento para pegarse al huésped y seguir comiendo al máximo.
         La garrapata se termina soltando del animal cuando se llena, pero esto puede tardar varios días. En su boca, las garrapatas tienen una estructura que les permite engancharse firmemente al lugar del que están chupando sangre.


Muy interesante.
Pero más interesante es que las peores garrapatas de Europa, es decir, las que generan borreliosis  (y los consecuentes síntomas que van desde la fiebre y el dolor en las articulaciones hasta la encefalitis, alucinaciones y la muerte), viven en Alemania, Suiza y Austria, y por ello se entiende que aquí les tengan un especial temor.
Aunque más revelador es que garrapatas, en el centro de Europa, ha habido siempre, pero las verdaderamente peligrosas, dicen en Austria, son unas garrapatas que vienen del Este. El primer síntoma de que estas garrapatas del Este han venido a chuparles la sangre, dicen los austriacos, suizos y alemanes, es una marca roja sobre la piel que se llama Erythema chronicum migrans.
Migrans, como es obvio, viene del Latín: genitivo migrantis y del verbo migro (ir hacia otro lugar, cambiar, transgredir, violar).
Todo bastante feo, bien mirado. Y lo peor es que las hordas enemigas del Este que vienen a extender sus manchas rojas tienen ahora otras competidoras que viven mucho más cerca y son igualmente migrantes y peligrosas: son las Riphicephalus Sanguineus, portadoras de la temida Fiebre Botonosa Mediterránea.


Y se ve que hay muchas haciendo las maletas.