![]() |
Jóvenes nazis durante un partido de fútbol en Ucrania |
Edgar supo de su primer “trabajo”
en Viena tras recibir este mail (traducido del alemán):
Estimado señor Pineda,
Me gustaría saber cuánto cobra por las clases de
español y si sería posible dos horas por semana. Es para mi hijo Timi. Tiene 14
años y estudia español en la escuela. ¡Pero todavía no habla ni una palabra! L
¿Podría ayudarnos?
Un cordial saludo,
Svetlana.
Edgar no lo dudó ni un segundo.
Enseguida concertó una cita para la semana siguiente. Timi sería su primer
alumno.
Svetlana le abrió la puerta. Una
mujer de aproximadamente 1’85. Bellamente proporcionada. Rubia. De ojos azules
rasgados y cara felina, sonriente. Una mujer de las que hace que la cabeza de
algunos hombres rote 360 grados cuando se la cruzan por la calle. Una mujer a
la que miran fascinadas otras mujeres, que va más allá del piropo de
los obreros, que consigue que éstos dejen de morder sus bocadillos,
que suelten sus latas de cerveza, que se pasen la mano por el rostro sudado,
que se levanten con gesto solemne; una mujer que los silencia.
Svetlana
le hizo pasar al salón. Todo blanco y morado. Muy luminoso. Muy aséptico. Vivía allí sola con su hijo.
Timi
esperaba en un rincón. Cuando se acercó tendiéndole la mano, Edgar descubrió
sorprendido que ese niño de catorce años le sacaba más de una cabeza. Pelo a lo
cepillo. También ojos azules y afilados. Rostro anguloso. Piel dorada, sin
mácula. De espaldas tan anchas que incluso impresionaban bajo una camiseta
blanca holgada. Llevaba pantalones cortos negros, deportivos, con algún motivo
de letras góticas rodeadas por fuego o algo parecido. Tenía moratones en las
espinillas. Y los nudillos magullados.
Edgar
y Timi se sentaron en el sofá, y empezaron a hablar. O quizá sería más correcto
decir que aquello se convirtió en una conversación fallida, porque devino en un
interrogatorio al que Timi solo respondía con monosílabos. A grandes rasgos, en
ese primer encuentro, Edgar supo que Timi hacía dos años que vino de Ucrania para
vivir con su madre, que no le gustaba la escuela y que detestaba, sobre todo, a
la profesora de español. Timi manifestó no tener ningún otro interés que el
boxeo tailandés, que entrenaba tres veces por semana, y el rap.
Empezaron
a tener sus dos encuentros semanales. Timi se reveló enseguida como un chico
poco lúcido. Edgar podía repetirle durante media hora la palabra “mesa”,
señalándole la mesa que tenían delante, y luego detenerse un minuto, para luego
preguntarle a Timi como se decía en español el mueble que tenían delante.
Pero
Timi no lo sabía. Ya se había olvidado.
Así
que Edgar decidió cambiar de estrategia. La pedagogía normal no funcionaba con
Timi. Podía intentarlo estimulándolo con
los temas que a él le interesaban: el boxeo tailandés y el rap. Así que empezó
a “montar” las lecciones a través de escuchar canciones de rap español y de ver
entrevistas con boxeadores y tal.
Timi
empezó a prestar más atención e incluso aprendió algunas palabras. Aprendió a
conjugar el presente de indicativo del verbo “ser” porque se le permitió añadir
el complemento “un cabrón”. Eso le motivaba. Y Svetlana, por suerte, no los
entendía.
Pero no fue ningún milagro. El ritmo de aprendizaje de Timi siguió siendo exasperante.
Y además empezó a revelar algunos rasgos curiosos de su personalidad, como una
repulsión por los tullidos (cree que Viena está llena de ellos), sus ganas de
machacar a los raperos que llevan pelo largo (con excepción de los gangs
latinos que llevan trencitas), y la más curiosa: su odio visceral a los
homosexuales, los cuales, opina Timi,
deberían morir.
Cuando
Timi dice que los homosexuales deberían morir, acompaña la aseveración con un
gesto también curioso: coloca una mano detrás de la otra, con los dedos índice
extendidos hacia delante, y hace vibrar sus brazos, barriendo el aire con una
ráfaga de metralla imaginaria. Dice que para él no son ni siquiera hombres.
¿Dónde
ha aprendido a ver el mundo así?
Aunque Edgar ha empezado a sentir cierta
repulsión por su alumno, ha tratado de entender de donde le viene a Timi esta
ideología. De Svetlana, probablemente no.
El caso
es que estos días previos a la Campeonato de Europa de Fútbol, se habla de los
cada vez más numerosos grupos declaradamente nazis de Ucrania, uno de los
países anfitriones. Y hace
poco hubo, también en Ucrania, un brutal ataque a una manifestación por los
derechos de los homosexuales. La agresión a uno de los activistas fue recogida en esta fotografía:
Quizá
Timi se haya contagiado de esa moda entre los jóvenes ucranianos de ver el
mundo desde una perspectiva fascista.
La semana
pasada, en un intento de reconducir la situación, Edgar se presentó a la
lección con una película titulada “Beautiful Boxer”. Es la historia (real) de un
luchador de Muay Thai (boxeo tailandés) que se sentía mujer. La paradoja, si es
que en realidad la hay, es que ese chico era muy bueno, y ganó los torneos más
importantes, mientras crecía su atracción por sus propios compañeros de
entrenamiento, por sus propios oponentes, mientras trataba desesperadamente de
convertirse en mujer.
Edgar
se sentó en el sofá y abrió el ordenador. Le preguntó a Timi cómo le había ido
el entrenamiento. Él respondió con un ruido grave y gutural, casi violento. Luego Edgar le dijo había traído una película para él. Le dijo algo
así como “te he traído una película sobre un gay que te podría partir la cara”.
Vieron
juntos, varias veces, el tráiler en español, tratando de entender palabras,
tratando de comprender el tema, tratando de adoptar una perspectiva diferente
sobre la homosexualidad. La verdad es que Timi se mostró bastante impertérrito
ante esa historia, pero por lo menos no hizo los comentarios homofóbicos de
costumbre. Visionó el trailer varias
veces y habló del tipo de patadas y el tipo de puñetazos que daba el chico. Edgar, mientras tanto, pensó que no iba cambiar la mentalidad de un adolescente por
darle dos clases a la semana, y que era muy triste que esos chicos ucranianos, como
Timi y como los jóvenes de la foto, siguieran precisamente la ideología nazi, la ideología que los había considerado como Untermenschen,
como sub-hombres, como infrahumanos, justamente por ser eslavos.
Timi
acabó de ver el tráiler. No dijo nada. Se fue a la cocina y regresó con un tetrabrik
de leche y una caja de dátiles. El entrenamiento lo había dejado exhausto.
Preguntó con la boca llena si podían terminar la lección un poco antes, que
estaba muy cansado y tenía hambre.
Edgar volvió a casa pensando que, para superar esa brutalidad aprendida, Timi no necesita un profesor de español. ¿Pero entonces, qué? Quizá otros hobbies. Quizá una novia. Tal vez
un padre. Imposible de saber. Imposible saber por qué Timi y otros jóvenes eslavos quieren parecerse a quienes les consideran Untermenschen. Imposible saber por qué odian a los homosexuales. Imposible saber por qué adoramos a quienes nos desprecian. Imposible saber por qué despreciamos a quienes podrían adorarnos.
Hola Edgar: tras una larga experiencia como maestro particular de mastuerzos te diría que, en muchos casos,no hay que descartar la relación que existe entre un deterioro de los resultados académicos y una enfermedad mental grave; la incapacidad de aprender, aparte de a un coeficiente intelectual bajo mínimos, también se debe a un rasgo típicamente psicopático y que puede indicar otros problemas de fondo: la incapacidad de soportar la frustración.
ResponderEliminarSi abordamos el caso de tu untermensch desde otro punto de vista, más sociológico y más relacionado con la realidad del país, te diría que, igual que está demostrado que los catalanistas más furiosos son aquellos que tienen padres o abuelos andaluces y extremeños (el miedo a ser excluidos de la tribu, la cerrada fe del converso) es también verdad que un alto porcentaje de partidarios de la ultraderecha tiene procedencia eslava por la misma razón.
Yo que tú, en cualquier caso, no le explicaría que, en muchos casos también, las actitudes homófobas son consecuencia de una pulsión homosexual reprimida (por lo que el angelico pueda hacer con el bate de béisbol). De todas maneras, no se lo tomes en cuenta: a los catorce uno dice muchas gilipolleces.
Un saludo :-)
Hola Paco,
ResponderEliminarClaro que se lo tomo en cuenta. Yo a los 14 decía prácticamente las mismas gilipolleces que ahora. Así que no me lo imagino en la calle repartiendo fintas arco iris en unos años, cuando haya madurado. Aunque sí es verdad que lo veo como parte de un problema sociológico (quizá también de represiones, como dices), y por ello no me confronto con esa estupidez adquirida de plano. Lo veo dos horitas por semana y eso me da solo para "limar" ciertas actitudes que tiene, al menos cuando está delante mío. Es lo que que hay. Es desmoralizante. De fondo no suena "Gangastas Paradise" y yo no soy Michele Pfeiffer. pero como dices son los gages del maestro particular de mastuerzos. Otros teneis otros problemas. Compañeros de trabajo insoportables. Jefes. Horas extra. Etc.
Saludos!
E.
Hola Edgar,
ResponderEliminarNo soy ni boxeador ni ucraniano pero quería saber si me podrías dar clases de espanol a mi tambien. Creo que mi nivel esta entre el B2 y el C1...
Tienes un mail donde te puedo contactar directamente?
Gracias por adelante!
M
ps: muy chulo tu blog :)