Edgar abre el buzón. Ha recibido
una carta. Una carta con su nombre. No puede ser. Qué emoción. A ver:
Herr. Edgar Pineda
Schopenhauerstrasse 5/ 9
1180 Wien
Parece que sí. Es para él. La
abre:
¡ ras!
Qué decepción: es una carta del
FPÖ, el partido de extrema derecha que celebra valses con sus amigos nazis el
día de la conmemoración de las víctimas del Holocausto. L
![]() |
Pancarta electoral del FPÖ: "Viena no debe convertirse en Istambul. HC Strache, él dice lo que Viena piensa." *Para dar una idea orientativa, es como Plataforma x Catalunya pero con una intención de voto, en febrero de 2012, del 24%, y subiendo. |
Pero en fin. Es una carta y las
cartas hay que leerlas. Ya que se han tomado la molestia. Y además nunca se habían
dirigido a él como “Herr”. Sí, “Herr Pineda” suena bien. Suena a rictus severo. Suena a médico militar auscultando rectos de soldados enfermos.
En la
carta se dirigen personalmente a él y, sorpresa, no es para ponerle una multa,
ni para avisarle de que se juega una pena de cárcel, ni para advertirle de que
tiene que hacer todavía más papeleos para legalizar su situación. Es sólo para
informarle de lo malos que son los políticos de la coalición Socialdemócrata-Verde
(Rot-Grün), el actual gobierno de
Viena, que quieren hacer que el parking de pago se extienda a algunos barrios
no céntricos de la ciudad.
En fin,
muy aburrida, la carta.
Lo
interesante está en el folleto “informativo” que le adjuntan. Allí, además de un
artículo donde se critica la usura de las
tasas [de parking], se explica que el actual gobierno está convirtiendo
Viena en plataforma del Islamismo Radical y en una segunda
Meca.
Y aquí
el primer párrafo de la página 6, donde se critica la falta de seguridad:
Bandas de turcos golpean a niños nacionales y
jóvenes vulgares roban sus teléfonos móviles. Africanos negros trafican droga
sin inhibiciones en el metro, y envenenan a nuestros descendientes [sic].
Subidón.
Pero
lo mejor está en la página 8. Allí hay una viñeta donde Ute Bock, conocida por
sus obras sociales para la atención a inmigrantes, tiende una alfombra roja al
paso de un negro negrísimo que entra en el país con un porro en la boca y una
bandolera con la estrella roja comunista. Ute Bock dice: Vosotros pobres, pobres solicitantes de asilo! Ahora hay para vosotros
un alojamiento!!! Abajo se explica que Ute Bock ha reabierto un centro de
acogida de solicitantes de asilo donde en realidad se hospedan negros africanos con sofisticados móviles y
trajes de Armani que vienen a convertir Viena en una Meca de la droga.
Y eso es sólo la mitad de la
página.
La otra mitad (de la misma página
ocho) es una columna titulada: Nosotros
tenemos un corazoncito para los perros, que empieza así: No todo el mundo ha interiorizado el amor a los animales de la misma
manera. Sin embargo el cumplimiento de la protección animal es indispensable.
La protección de los animales es un componente esencial de nuestra cultura y
nuestra sociedad.
Y termina con una contundente
advertencia contra el tráfico ilegal de
cachorros del Este (de dónde iban a ser, si no).
No es que Edgar sea antropólogo,
sociólogo, psicólogo o algo por el estilo, pero es que empieza a encontrar, sin
querer y en Austria, una correlación directa entre el desprecio a los inmigrantes
y el amor hacia los animales. Es una correlación inversamente proporcional. Es
decir: cuanto mayor es el desprecio a los inmigrantes, más amor hacia los
animales se manifiesta. Esto se hace patente en el día a día, donde la prensa
de derechas pone en juego la siguiente ambivalencia pasional: “nos dan asco
estos seres vivos, pero mirad que sensibilidad mostramos para con estos otros”.
Ellos también tienen su corazoncito. Claro. Esto no quiere decir que todo
amante de los animales sea necesariamente un Nazi, pero, ¿acaso no indica que
todo Nazi es un potencial amador de
animales?
En todo caso, pensando en España y en su
relación con el mundo germánico, quizá sería estratégico jugar esa baza
“afectiva” para temas de rescates financieros y demás. Como ya se está
demostrando, alemanes y austriacos se muestran bastante reticentes a avalar
nuestra deuda. No hace falta decir lo que pasaría si la ultraderecha ganase las
próximas elecciones en Austria: más de lo mismo, pero a lo grande.
Y sin
embargo, en esa situación aún tendríamos una esperanza. La opción de salvarnos
sería la siguiente (nota: como mecanismo de rescate puede parecer un poco
complicado, pero quizá no menos rebuscado que el trabalenguas político-financiero
en el que nos han metido nuestros gobernantes en las últimas semanas):
La
cosa empezaría por aclarar qué somos en realidad los españoles. Hay dos grandes
teorías sobre el origen de la palabra España o Hispania (en su designación romana). Una dice que proviene del
fenicio y que designa algo así como la “tierra del norte”. La otra dice que
también proviene del fenicio, pero que significa “tierra de conejos”.
Nosotros
nos quedaríamos con la segunda.
El
siguiente paso sería pedir ayuda a esta plataforma alemano-austriaca que se
llama “Ayuda para Conejos”. En la parte austriaca anuncian que ya han rescatado
a dos conejos, uno blanco y pomposo llamado “Ramazzotti” y otro con las orejas
para abajo cuyo nombre es “Yoda” (ver fotos en la web).
Nosotros
somos unos cuantos más y nuestros nombres menos exóticos. Pero podemos intentarlo así, y quizá empecemos a verlo por el lado positivo: reconozcamos que somos
unos fenicios o peor, que nunca hemos dejado de ser una tierra de conejos, y que
ahora queremos emigrar y trabajar pero no podemos, porque no somos más que animalitos
saltarines que sólo servimos para divertir al mundo (estos días a Europa)
correteando sobre la yerba. Lo tenemos más fácil que nunca: reconozcamos por fin que sólo somos
unos conejos, nada de humanoides asquerosos, y ganémonos de una vez por todas el amor de nuestros
vecinos nacionalsocialistas.