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Entrada al prostíbulo Red Rooms, de Peter Laskaris |
En Viena, por cada
panadería, hay aproximadamente dos cafés vieneses, y por cada café vienés, hay
aproximadamente tres prostíbulos.
Aquí les llaman puffs, y su
proporcionalidad conforme el resto de los establecimientos “comerciales” es, si más
no, inquietante. Uno se pregunta qué deben hacer los señores vieneses por las
tardes, o durante las pausas del almuerzo.
Así, a primera vista, no parece que se vayan de tapeo.
Así, a primera vista, no parece que se vayan de tapeo.
Cada vez que Edgar pasa
por delante de la puerta de un puff,
le asalta la pregunta de cómo logran mantenerse tantos locales por metro
cuadrado. Y en ocasiones, cuando en la noche levanta la vista y ve una ventana
iluminada a la que se asoma papá con
la corbata suelta, el cigarro en la mano y su mirada rendida, abandonada sobre
la calle cubierta de nieve, Edgar incluso se pregunta cómo puede mantenerse la
economía de las familias vienesas.
Pero el caso es que los
señores vieneses no sólo cumplen con la familia, sino que también se ocupan con
tesón y perseverancia de que los puffs
se mantengan todos ellos en la
cresta de la ola. Tanto es así que alguno de esos puffs, como el “Red Rooms” (de la foto de arriba), se puede permitir el lujo de
reservar diez habitaciones para acoger a los
sin techo de Viena, y de paso
salir en el telediario para predicar la doctrina del buen samaritano. Peter
Laskaris, el dueño del Red Rooms, anunció que nadie debería dormir a 15 grados
bajo cero en la calle, y que él y sus mozas recibirán encantados, con una sopa caliente, a los homeless que lo necesiten:
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Peter Laskaris |
Edgar recuerda una
memorable parábola de Slavoj Zizek en la que razona cómo la empresa
Starbucks consigue infundir la sensación de que al consumir en sus tiendas se está
ayudando a los niños de Guatemala, o a mejorar el equilibrio ecológico del
planeta. Mediante su perversa publicidad “solidaria”, Starbucks logra que, en
el acto de alimentar el engranaje de una de las más agresivas multinacionales
del actual capitalismo, el consumidor se sienta automáticamente redimido del acto de consumir.
Quizá Peter Laskaris se
haya inspirado en Starbucks. Tal vez sepa que con la fórmula de “trisca en
nuestra casa y ayudarás a los sin techo” va conseguir que los clientes se
tornen más generosos, menos suspicaces ante la ética que envuelve su negocio.
Quizá esos clientes hasta se regalen un par de polvos más a la semana, ya se
sabe, por el tema de ayudar a los pobres. Puede que hasta se traigan a sus
amigos neófitos, aquellos recelosos compañeros de trabajo que ponían la excusa
del gimnasio, o del colegio de los niños, y que ahora se dejarán llevar,
intrigados por esa nueva forma de hacer el bien.
Zizek, probablemente,
llamaría a esto “La parábola de Laskaris”. Y encima lo haría sonar como algo
intelectual.
Si es que ya lo decía el tito Adolfo, que los vieneses son unos sepulcros blanqueados y, esta ciudad, Sodoma y Gomera (juntas) :-) Por cierto,¿Recibiste mi mail?
ResponderEliminarEl caso es que entre tanto puff y que las calles están tan sospechosamente vacías... algún sociólogo que conozco ya tendría para sacar conclusiones picantonas...
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