domingo, 25 de diciembre de 2011

Capítulo 5. Ella




Esta perla va a reportarle a Edgar muchos motivos para escribir, seguro. Manfred será el próximo líder del ÖVP por Viena, un partido conservador que, si bien no detenta la alcaldía de la ciudad, gobierna en coalición con los socialistas a nivel nacional. La primera noticia que Edgar ha escuchado sobre este señor es que, hace unos años, deslumbró al electorado con la idea de hacer un archivo policial de la saliva de todos los perros de Viena, para así poder contrastar su ADN con el de las caquitas indebidamente depositadas en las aceras, parques, plazas y demás espacios urbanos en los que las abuelitas reaccionarias lucen sus sombreros de piel de hurón, leopardo o comadreja.
            Lo cierto es que Edgar ha tenido que padecer durante unas dos semanas la presencia de una generosa defecación canina en la entrada de su nueva casa. Ha sido, sin lugar a dudas, una presencia molesta, intrusiva, que perduraba en su epitelio olfativo y peor, en su obsesiva memoria visual, hasta horas después de haberla tenido que sortear, justo en la entrada del portal. Emma le dijo que no se preocupara, que enseguida los servicios de limpieza darían cuenta de ella. Pero no ha sido así. Ella ha resistido a las lluvias, a la nieve, a la erosión de peatones despistados e incluso al huracán Joachim. Edgar se ha sentido tan asqueado por esa intestinal substancia que en ocasiones ha tratado de evitar por todos los medios el tener que salir de casa. En un momento de máxima debilidad, hace un par de días, incluso ha llegado a considerar la validez de la idea del conservador y bronceado Manfred, esto es, la posibilidad de fiscalizar la baba de los cuadrúpedos y todas y cada una de sus incordiantes heces urbanoides.

¿Habría supuesto eso una fatal concesión a la derecha europea?

Por suerte, Edgar no se ha visto en la tesitura de enfrentarse a ese dilema de coprofobia política, por que, esta mañana, ella había desaparecido.
           El Emigrante Sofisticado ha podido comprobarlo desde la ventana de su habitación, emplazada en un cuarto piso de la calle Schopenhauerstrasse; una avenida barrida por el viento y las hojas de un otoño tardío, una calle ahora limpia y despejada, con vistas a pequeños bosques interiores vigilados por cuervos, y por la que vuelve dar placer pasear y recordar tres cosas: uno, quiénes son nuestros camaradas en el reino de la política, dos, quiénes son nuestros incontinentes pero nobles amigos en el ámbito de la compañía doméstica, y tres, quiénes son los infames representantes de la derecha (austriaca o española, que más da) cuyo determinismo político nunca va más allá de la lógica circunstancial de una mierda fuera de lugar, y que nunca conseguirán que, a pesar de nuestros escrúpulos cosmopolitas, nos olvidemos de cagarnos en su falseada noción libertad:






Feliz Navidad,
Edgar

1 comentario:

  1. Como podía haber dicho Schopenhauer, la defecación biológica es más fuerte que la razón, somos en esencia iguales que los animales. Existen mierdas con etiqueta, solo hay que saber cuales son sus instrucciones y su composición para el lavado.

    Saludos

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