viernes, 2 de diciembre de 2011

Capítulo 2. Huyendo de una histórica lentitud mental

Esta historia empieza cuando el Emigrante Sofisticado (“Ed” para los amigos, “Edgar” para los conocidos, y “Edgar Pineda” para los burócratas y la policía), se ve empujado a abandonar Barcelona, su ciudad natal, porque con dos carreras, un doctorado y cinco idiomas no consigue trabajo.

Su destino es la ciudad de Viena: porque su sistema de creación de empleo se suponía que iba a inspirar el español, porque los austriacos echaron a Hitler de la universidad[1], porque el agua del grifo sabe a riachuelos que se deshacen entre montañas nevadas, porque Edgar necesita frío, mucho frío invernal, y que se le congelen la orejas, las manos, y a ser posible el pensamiento, al pasear cada mañana entre parques vigilados por ardillas cosmopolitas de bigotes helados, mientras trata de encontrar su inspiración, y mientras procura sofocar el ardor rabioso que siente tras haber sido educado durante treinta años en un país que ha terminado dándole una abstracta pero certera patada en el culo.

A Viena se va a trabajar, pero como aún no sabe en qué, se plantea realizar, de momento, un documental. En realidad se trata de una venganza personal: su proyecto es narrar en imágenes cómo, tras disolverse el lazo histórico que unía a los españoles y los austriacos bajo la dinastía de los Habsburgo, los primeros han sabido mantener una respetable solvencia económica, social y cultural mientras los segundos, gracias a su curiosa praxis político-económica, han desembocado en esta situación deplorable a la que algunos se refieren como “burbuja inmobiliaria”.

Pero Edgar sabe que el recurrente fracaso histórico de esa cosa llamada “España” no puede reducirse a algo tan concreto (y a la vez tan etéreo) como “burbuja inmobiliaria”. La Historia es mucho más compleja, profunda, cruel, y Edgar lo sabe, o al menos lo intuye, y por eso se propone demostrar, con su documental, que la explicación de tal divergencia socioeconómica se encuentra en el hecho de que, mientras en España se empeñaron en mantener al frente la monarquía (borbónica, desde 1700), los austriacos renunciaron en 1918 a su rey para fundar una república intelectualmente próspera. En concreto, la hipótesis de Edgar es que ese gesto republicano (independientemente de las circunstancias históricas que lo motivaron) representó para los austriacos una purga de lo último que les quedaba de “españoles”, o sea los Habsburgo, que como es sabido no destacaban por sus virtudes cognitivas:


Carlos II. El "Hechizado"

Antes de emigrar, para saber lo que uno busca allende sus tierras, hay que formularse una buena pregunta. Lo que Edgar buscará en Viena es averiguar si en España somos tontos de sangre (es decir, por herencia de los Habsburgo) o si somos como un grupo de insectos, dotados de una pequeña pero pragmática inteligencia, a los que simplemente ha cogido una inesperada y arrolladora corriente de aire.

¿Mala suerte o imbecilidad heredada? ¿Por qué nuestros hermanos austriacos parecen superdotados a nuestro lado?

El Emigrante Sofisticado cierra la cremallera de su pequeña maleta, se calza sus gafas de pasta y se introduce dos grajeas de chicle de fresa en la boca. Nunca se sabe con qué interesante fémina se puede compartir asiento en el avión. Si es austriaca chapurreará sus primeras palabras de alemán (por otro lado, la sexta, y probablemente también inútil lengua que aprende). Su asiento es el 23f. Edgar ya se imagina que debe haberle tocado, como siempre, justo encima del ala.


[1] Aunque luego lo recibieron de brazos abiertos, como a un hijo que se les había ido de las manos y al que ya no les quedaba más remedio que aceptar.

1 comentario:

  1. Que bien pinta tu blog! felicidades y que "Europa" provea.
    Un abrazo de una quintilingüe licenciada posgradada seiscientoseurista.

    Elisa

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