Meiosis: fundamentos celulares de la estupidez española (no entra a examen). |
Si a tenor de los
periódicos y los telediarios austriacos, Edgar tuviera que hacer un balance de
cómo se percibe aquí a España, la imagen proyectada en los últimos meses sería
más o menos la siguiente: 1) España es un lugar donde inhabilitan a quienes juzgan a fascistas y corruptos. 2) España es
un país tan rico que se puede
permitir el lujo de tener más de tres
millones de casas vacías. 3) España es un país en el que se dopan hasta los participantes de la
“Caminata popular de Villanueva del Trabuco”. 4) España los tiene tan bien puestos que aun teniendo el paro más alto de Europa, va a aplicar la política más favorable
a los despidos low cost que se le ha ocurrido a Don Mariano el Políglota.
Porque somos tan chulos y tan neoliberalmente echaos pa lante que no cabemos en nosotros mismos.
¿Pero piensan por ello en el
extranjero que somos estúpidos?
Nada
más lejos de eso. Cabe recordar que fue el propio Edgar quien huyó a Viena con
la idea de realizar un documental que demostrase que la estupidez española nos
venía por linaje de los Habsburgo. Ellos, en
realidad, no nos ven como a estúpidos. Los austriacos, por ejemplo, nos admiran
por la tortilla de patatas y por lo buena que está Penélope Cruz, y en
contraste, creen que la estupidez es un
concepto no achacable a una nación en concreto. Y para colmo llevan
reflexionando sobre el tema desde hace más de 80 años:
Conferencia pronunciada en 1937 por el austriaco Robert Musil |
La diferencia entre los
austriacos y los españoles, entonces, tal vez sea esa: mientras ellos han
convertido la estupidez en un objeto de reflexión filosófica sobre el que divagar
en tanto que miembros de una comunidad
universal, para nosotros es algo que aún nos parece concreto, inherente al espíritu nacional, y, al mismo tiempo, achacable
a aquello que desde las Guerras Carlistas constituye “la otra mitad”, esto es: absolutistas o liberales, republicanos o
monárquicos, fachas o comunistas, peperos o sociatas, merengues o culés, Villa
Arriba o Villa Abajo, y así hasta el límite de la capacidad humana para reinventar la meiosis social.
No es que seamos estúpidos, es que quizá nos gusta estar partidos.
Esta división tiene, no
obstante, su correlato antropológico. En las llamadas “Sociedades de dos Mitades”, que son mayoritariamente indígenas, se
organizan dos grandes grupos que, pese a oponerse simbólicamente, mantienen un equilibrio
gracias a unas estrictas normas de intercambio matrimonial. La mujeres de una mitad se
casan con los hombres de la otra, y viceversa. Y así todos felices y en armonía cósmica.
Trasladado al contexto español,
esto implicaría que, por ejemplo, los hombres de izquierdas tendrían casarse
con las mujeres de derechas...
Sí, sí, con las emperifolladas del PP …
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