jueves, 7 de junio de 2012

Capítulo 35. Mi pequeño Untermensch



Jóvenes nazis durante un partido de fútbol en Ucrania

Edgar supo de su primer “trabajo” en Viena tras recibir este mail (traducido del alemán):

Estimado señor Pineda,
Me gustaría saber cuánto cobra por las clases de español y si sería posible dos horas por semana. Es para mi hijo Timi. Tiene 14 años y estudia español en la escuela. ¡Pero todavía no habla ni una palabra! L
¿Podría ayudarnos?

Un cordial saludo,

Svetlana.

Edgar no lo dudó ni un segundo. Enseguida concertó una cita para la semana siguiente. Timi sería su primer alumno.

Svetlana le abrió la puerta. Una mujer de aproximadamente 1’85. Bellamente proporcionada. Rubia. De ojos azules rasgados y cara felina, sonriente. Una mujer de las que hace que la cabeza de algunos hombres rote 360 grados cuando se la cruzan por la calle. Una mujer a la que miran fascinadas otras mujeres, que va más allá del piropo de los obreros, que consigue que éstos dejen de morder sus bocadillos, que suelten sus latas de cerveza, que se pasen la mano por el rostro sudado, que se levanten con gesto solemne; una mujer que los silencia.
        Svetlana le hizo pasar al salón. Todo blanco y morado. Muy luminoso. Muy aséptico. Vivía allí sola con su hijo.
         Timi esperaba en un rincón. Cuando se acercó tendiéndole la mano, Edgar descubrió sorprendido que ese niño de catorce años le sacaba más de una cabeza. Pelo a lo cepillo. También ojos azules y afilados. Rostro anguloso. Piel dorada, sin mácula. De espaldas tan anchas que incluso impresionaban bajo una camiseta blanca holgada. Llevaba pantalones cortos negros, deportivos, con algún motivo de letras góticas rodeadas por fuego o algo parecido. Tenía moratones en las espinillas. Y los nudillos magullados.
         Edgar y Timi se sentaron en el sofá, y empezaron a hablar. O quizá sería más correcto decir que aquello se convirtió en una conversación fallida, porque devino en un interrogatorio al que Timi solo respondía con monosílabos. A grandes rasgos, en ese primer encuentro, Edgar supo que Timi hacía dos años que vino de Ucrania para vivir con su madre, que no le gustaba la escuela y que detestaba, sobre todo, a la profesora de español. Timi manifestó no tener ningún otro interés que el boxeo tailandés, que entrenaba tres veces por semana, y el rap.
         Empezaron a tener sus dos encuentros semanales. Timi se reveló enseguida como un chico poco lúcido. Edgar podía repetirle durante media hora la palabra “mesa”, señalándole la mesa que tenían delante, y luego detenerse un minuto, para luego preguntarle a Timi como se decía en español el mueble que tenían delante.
         Pero Timi no lo sabía. Ya se había olvidado.
         Así que Edgar decidió cambiar de estrategia. La pedagogía normal no funcionaba con Timi.  Podía intentarlo estimulándolo con los temas que a él le interesaban: el boxeo tailandés y el rap. Así que empezó a “montar” las lecciones a través de escuchar canciones de rap español y de ver entrevistas con boxeadores y tal.
Timi empezó a prestar más atención e incluso aprendió algunas palabras. Aprendió a conjugar el presente de indicativo del verbo “ser” porque se le permitió añadir el complemento “un cabrón”. Eso le motivaba. Y Svetlana, por suerte, no los entendía.
Pero no fue ningún milagro. El ritmo de aprendizaje de Timi siguió siendo exasperante. Y además empezó a revelar algunos rasgos curiosos de su personalidad, como una repulsión por los tullidos (cree que Viena está llena de ellos), sus ganas de machacar a los raperos que llevan pelo largo (con excepción de los gangs latinos que llevan trencitas), y la más curiosa: su odio visceral a los homosexuales, los cuales, opina Timi,  deberían morir.
Cuando Timi dice que los homosexuales deberían morir, acompaña la aseveración con un gesto también curioso: coloca una mano detrás de la otra, con los dedos índice extendidos hacia delante, y hace vibrar sus brazos, barriendo el aire con una ráfaga de metralla imaginaria. Dice que para él no son ni siquiera hombres.
¿Dónde ha aprendido a ver el mundo así? 
Aunque Edgar ha empezado a sentir cierta repulsión por su alumno, ha tratado de entender de donde le viene a Timi esta ideología. De Svetlana, probablemente no.
El caso es que estos días previos a la Campeonato de Europa de Fútbol, se habla de los cada vez más numerosos grupos declaradamente nazis de Ucrania, uno de los países anfitriones. Y hace poco hubo, también en Ucrania, un brutal ataque a una manifestación por los derechos de los homosexuales. La agresión a uno de los activistas fue recogida en esta fotografía:



Quizá Timi se haya contagiado de esa moda entre los jóvenes ucranianos de ver el mundo desde una perspectiva fascista.
La semana pasada, en un intento de reconducir la situación, Edgar se presentó a la lección con una película titulada “Beautiful Boxer”. Es la historia (real) de un luchador de Muay Thai (boxeo tailandés) que se sentía mujer. La paradoja, si es que en realidad la hay, es que ese chico era muy bueno, y ganó los torneos más importantes, mientras crecía su atracción por sus propios compañeros de entrenamiento, por sus propios oponentes, mientras trataba desesperadamente de convertirse en mujer.
Edgar se sentó en el sofá y abrió el ordenador. Le preguntó a Timi cómo le había ido el entrenamiento. Él respondió con un ruido grave y gutural, casi violento. Luego Edgar le dijo había traído una película para él. Le dijo algo así como “te he traído una película sobre un gay que te podría partir la cara”.
Vieron juntos, varias veces, el tráiler en español, tratando de entender palabras, tratando de comprender el tema, tratando de adoptar una perspectiva diferente sobre la homosexualidad. La verdad es que Timi se mostró bastante impertérrito ante esa historia, pero por lo menos no hizo los comentarios homofóbicos de costumbre.  Visionó el trailer varias veces y habló del tipo de patadas y el tipo de puñetazos que daba el chico. Edgar, mientras tanto, pensó que no iba cambiar la mentalidad de un adolescente por darle dos clases a la semana, y que era muy triste que esos chicos ucranianos, como Timi y como los jóvenes de la foto, siguieran precisamente la ideología nazi, la ideología que los había considerado como Untermenschen, como sub-hombres, como infrahumanos, justamente por ser eslavos.
Timi acabó de ver el tráiler. No dijo nada. Se fue a la cocina y regresó con un tetrabrik de leche y una caja de dátiles. El entrenamiento lo había dejado exhausto. Preguntó con la boca llena si podían terminar la lección un poco antes, que estaba muy cansado y tenía hambre. 
Edgar volvió a casa pensando que, para superar esa brutalidad aprendida, Timi no necesita un profesor de español. ¿Pero entonces, qué? Quizá otros hobbies. Quizá una novia. Tal vez un padre. Imposible de saber. Imposible saber por qué Timi y otros  jóvenes eslavos quieren parecerse a quienes les consideran Untermenschen. Imposible saber por qué odian a los homosexuales. Imposible saber por qué adoramos a quienes nos desprecian. Imposible saber por qué despreciamos a quienes podrían adorarnos.

















3 comentarios:

  1. Hola Edgar: tras una larga experiencia como maestro particular de mastuerzos te diría que, en muchos casos,no hay que descartar la relación que existe entre un deterioro de los resultados académicos y una enfermedad mental grave; la incapacidad de aprender, aparte de a un coeficiente intelectual bajo mínimos, también se debe a un rasgo típicamente psicopático y que puede indicar otros problemas de fondo: la incapacidad de soportar la frustración.
    Si abordamos el caso de tu untermensch desde otro punto de vista, más sociológico y más relacionado con la realidad del país, te diría que, igual que está demostrado que los catalanistas más furiosos son aquellos que tienen padres o abuelos andaluces y extremeños (el miedo a ser excluidos de la tribu, la cerrada fe del converso) es también verdad que un alto porcentaje de partidarios de la ultraderecha tiene procedencia eslava por la misma razón.
    Yo que tú, en cualquier caso, no le explicaría que, en muchos casos también, las actitudes homófobas son consecuencia de una pulsión homosexual reprimida (por lo que el angelico pueda hacer con el bate de béisbol). De todas maneras, no se lo tomes en cuenta: a los catorce uno dice muchas gilipolleces.
    Un saludo :-)

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  2. Hola Paco,
    Claro que se lo tomo en cuenta. Yo a los 14 decía prácticamente las mismas gilipolleces que ahora. Así que no me lo imagino en la calle repartiendo fintas arco iris en unos años, cuando haya madurado. Aunque sí es verdad que lo veo como parte de un problema sociológico (quizá también de represiones, como dices), y por ello no me confronto con esa estupidez adquirida de plano. Lo veo dos horitas por semana y eso me da solo para "limar" ciertas actitudes que tiene, al menos cuando está delante mío. Es lo que que hay. Es desmoralizante. De fondo no suena "Gangastas Paradise" y yo no soy Michele Pfeiffer. pero como dices son los gages del maestro particular de mastuerzos. Otros teneis otros problemas. Compañeros de trabajo insoportables. Jefes. Horas extra. Etc.

    Saludos!

    E.

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  3. Hola Edgar,
    No soy ni boxeador ni ucraniano pero quería saber si me podrías dar clases de espanol a mi tambien. Creo que mi nivel esta entre el B2 y el C1...
    Tienes un mail donde te puedo contactar directamente?
    Gracias por adelante!
    M
    ps: muy chulo tu blog :)

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