*AVISO: Éste es un post escatológico y de cierto mal gusto.
El pudor es una forma
cultural que se manifiesta por su ausencia, es decir, cuando alguien traspasa
la barrera que delimita cierta norma de contención.
Tras una breve visita a
Barcelona, Edgar vuelve a Viena con la intuición etnográfica de que el pudor, y
en especial el pudor que se traduce en la contención de los sonidos flatulentos, presenta un marcado
contraste cultural. Como ejemplo de ello, Edgar ha detectado una forma austriaca y una forma hispánica de liberar el flatus que, sin bien no llegan
constituir los signos corporales definitorios de las sociedades en
las que se producen, si que invitan a una cierta divagación antropológica.
Dicho de un modo más llano, podría decirse que, aunque la cultura austriaca o
la cultura española no puedan reducirse
a sus respectivas formas de expresar el flatus
interior, la contrastada evocación
de los aerosoles internos debería despertar, por lo menos en los observadores inquietos, cierto instinto de viajar:
La forma A se produce en un contexto eminentemente masculino: los urinarios de
bares, bibliotecas, museos, aeropuertos, etc. Esta forma consiste en manifestar
a tus anónimos vecinos la disposición inmediata a orinar (acaso el placer de
estar ya haciéndolo) mediante una sonora y vibrante, pero a la vez fugaz, recatada y hasta coqueta liberación de éter intestinal. Se efectúa manteniendo
un rictus facial serio y relajado, a veces sosteniendo una mirada perdida,
existencial, sobre la pared frontal o sobre el tejido protuberante que orienta
tantas vidas desde su textil clandestinidad. Los expertos lo hacen con tal
pericia y naturalidad que en ocasiones resulta imposible discernir cuál de los presentes ha decidido
pincelar el silencio con su personal y breve nota vibratoria.
La forma B es más escasa, pero existe. Se produce en la calle o en los
transportes públicos. Consiste en acorralar a la pareja de uno (acaso una
persona amiga) contra una superficie dura y no flexible, como por ejemplo una
pared o la puerta del metro. Acto seguido se sonríe y se pronuncia algún
comentario cariñoso, quizá picantón, y se aposentan los labios sobre el cuello
del objetivo. Todo indica que se trata de un beso caliente y prometedor (ya verás cuando lleguemos a casa). Pero no
es eso. En realidad se trata de una posición labial desde la cual el ejecutor,
por medio de un soplido semi-bloqueado contra el cuello de su objetivo, genera,
o bien una larga y catárquica flatulencia, o bien una ráfaga de rápidos y
juguetones peditos labiales. Se trata de una variante erotizada de los que
algunos padres hacen sobre la barriga de sus bebés, en este caso, para que se
rían.
Edgar ha observado estas dos
formas culturales (más o menos consentidas) de saltarse las normas del pudor. Cuál es la
correspondencia entre las formas A y
B y la cultura Hispánica o Austríaca es
algo Edgar cede a la voluntad especulativa de sus lectores...
" el tejido protuberante que orienta tantas vidas desde su textil clandestinidad" jajajajaja! Qué bueno.
ResponderEliminarLa variante B no la he presenciado yo nunca, jaté tú por dónde...
¿Pudor? ¿En Tontilandia? Aquí se reivindica el pedo desde el Siglo de Oro. Véase el poema que le dedicó Quevedo:
ResponderEliminarAlguien me preguntó un día
¿Qué es un pedo?
y yo le contesté muy quedo:
el pedo es un pedo,
con cuerpo de aire y corazón de viento
el pedo es como un alma en pena
que a veces sopla, que a veces truena
es como el agua que se desliza
con mucha fuerza, con mucha prisa.
El pedo es como la nube que va volando
y por donde pasa va fumigando,
el pedo es vida, el pedo es muerte
y tiene algo que nos divierte;
el pedo gime, el pedo llora
el pedo es aire, el pedo es ruido
y a veces sale por un descuido
el pedo es fuerte, es imponente
pues se los tira toda la gente.
En este mundo un pedo es vida
porque hasta el Papa bien se lo tira
hay pedos cultos e ignorantes
los hay adultos, también infantes,
hay pedos gordos, hay pedos flacos,
según el diámetro de los tacos
hay pedos tristes, los hay risueños
según el gusto que tiene el dueño
Si un día algún pedo toca tu puerta
no se la cierres, déjala abierta
deja que sople, deja que gire
a ver si hay alguien que lo respire.
También los pedos son educados
pues se los tiran los licenciados,
el pedo tiene algo monstruoso
pues si lo aguantas te lleva al pozo
este poema se ha terminado
con tanto pedo que me he tirado.