jueves, 10 de mayo de 2012

Capítulo 32. El antifascismo como Vals


Burschenschafter en la Heldenplatz


El 8 de Mayo se han juntado los nazis, disfrazados de Burschenschafter, en la Heldenplatz. Edgar ha estado en la manifestación de protesta.
Globos de colores. Banderas comunistas. Banderas de EEUU. Banderas de Israel. Los manifestantes antifascistas, muy jóvenes, la mayoría en la veintena. La protesta consiste en caminar por la Ringstrasse cantando y tocando los timbales. Y luego pasar la tarde escuchando música tekno, bebiendo cerveza y lamiendo helados junto al Hofburg, al lado de una concentración nazi que protege la policía.




Policía frente a los manifestantes antifascistas.


Hay muchísima policía. Hay casi más policía que manifestantes, o por lo menos abultan más. Al anochecer, la marcha antifascista vuelve hacia atrás, de nuevo por la Ringstrasse, aún cantando y tocando los timbales, aún con banderas americanas e israelís ondeando en la oscuridad. A Edgar siempre le han molestado las banderas nacionales. Son demasiado ambiguas, demasiado incluyentes. Simbolizan una tolerancia (cuando no orgullo) por ciertas acciones deplorables que perpetran los Estados. La marcha termina con unos cantos en Schottentor, junto a la universidad: “¡Na-zis fuera, Na-zis fuera!”. Los policías nos rodean con furgonetas. Ahora sí que hay muchos más policías que manifestantes. Los antidisturbios bostezan. Se quitan el casco. Se pasan la mano por el rostro sudado. Piensan en la cena. La contramanifestación se disuelve lentamente. Los antifascistas también piensan en la cena. Qué bien se vive en Viena. Qué tranquilo es todo: las manifestaciones, la policía, los nazis. Todo muy tranquilo. Que los nazis conmemoren a sus muertos el mismo día en que Austria se liberó del nacionalsocialismo parece de lo más normal.
Los nazis siguen en la Heldenplatz. El Estado los protege. Edgar se pregunta dónde están todos los austriacos que se oponen al fascismo. Dónde está la resistencia. Hoy sólo ha habido 1200 antifascistas en todo Viena. Dónde está la demostración de la fuerza del pueblo. Dónde está la indignación. Pero la culpa no es de los manifestantes. Son realmente muy pocos. Si se indignan un poco más de la cuenta, los antidisturbios los aplastan. Así que el grupo de manifestantes da un paso adelante, con gesto de cortesía caballeresca, de invitar al movimiento, y luego da un paso hacia atrás, un paso deferente con el que conceden un avance fluido de los antidisturbios, un avance que ya se prepara para retroceder de nuevo, con ritmo pendular. Luego el grupo de antidisturbios y los manifestantes avanzan y retroceden de nuevo, casi abrazados, y se desplazan hacia un lado, y dan vueltas juntos, y se toman de las manos aunque se desprecien, y van y vienen sin perder la compostura, sin perder la elegancia, dibujando tirabuzones por las calles sin música de Viena, mientras los nazis siguen en la Heldenplatz.



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